Dordrech y Kinderdijk,

 Domingo 28 de abril.

Itinerario: Amberes-Dordrech-Camperpark Kinderdijk

Pernocta: Camperpark Kinderdijk (51.8585, 4.6766)


Nos hemos levantado pronto y sin mayores problemas hemos dejado atrás el área de Amberes. Un sitio estupendo, lástima que tenga este escaso o nulo mantenimiento. 

Al ser domingo no encontramos apenas tráfico y en poco tiempo nos encontramos entrando en Holanda rumbo a nuestro primer destino en el país, Dordrech, la ciudad más antigua del país.

En una hora escasa llegamos a esta ciudad. Tenía localizado un aparcamiento fácil, grande y con buen transporte público al centro histórico. Pero cuando dejamos la autopista y nos dirigimos al aparcamiento siguiendo las indicaciones del navegador,  nos encontramos con una calle pavimentada de rojo con una señal que prohibía el acceso a coches. Solo bicicletas. A pesar de que dimos un gran rodeo intentando entrar por otro lugar, no lo conseguimos y tras dos vueltas volvíamos al mismo punto.

Así que resignados, decidimos acercarnos al área de autocaravanas. Cuando llegamos vimos que era un aparcamiento compartido con coches y que dos autocaravanas intentaban salir por el mismo hueco por donde nosotros queríamos entrar. Y además teníamos que pagar 20 euros aunque solo fuera una hora por lo que más cabreados que una mona, pusimos rumbo a otros dos aparcamientos que teníamos anotados en park4night.

Para llegar al primero circulamos por zonas residenciales y luego industriales en donde había sitio para aparcar, pero no había nadie, estaba todo desolado, así que continuamos hacia el lugar que nos marcaba el teléfono. Encontramos un aparcamiento no muy grande, pero amplio y tenía posibilidad de dejar la autocaravana sobre tierra, al margen del aparcamiento y sin molestar a nadie. Estaba en una zona residencial junto a un centro comercial. Pregunté a una señora y me dijo que era un lugar seguro y que no había problema en dejarla allí. Comprobamos la comunicación con el centro. Había dos autobuses directos al casco histórico por lo que dejamos a nuestra amiga peluda y nos acercamos a la parada del autobús a unos 200 m o menos de donde habíamos aparcado.

El pago fue fácil, igual que en Amberes, pasar la tarjeta de crédito por un lector. Al menos parecía que esto se enderezaba porque Dordrech se había convertido en una pesadilla y nadie, nadie decía nada de la dificultad de entrar en este aparcamiento al que solo podía llegarse por la calle prohibida a turismos. ¿por dónde lo hicieron los demás? Lo ignoro. Solo puedo decir que perdimos la paciencia y estuvimos a punto  de abandonar y dejar la ciudad.

En escasos 15 minutos llegamos al casco antiguo utilizando de nuevo la aplicación de google map.

El centro histórico de la ciudad de Dordrecht está rodeado de importantes ríos como el Mosa y el Merwede, convirtiendo la ciudad en una isla de 9.000 hectáreas. Como curiosidad leo que el agua está situada a 1,50 metros por debajo del nivel del mar.

Y nos introdujimos por lo que parecía una calle ancha con casas de dos plantas, pequeñas, las típicas holandesas. Y  nos vamos haciendo una pequeña idea de lo que pudo ser esta ciudad cinco o seis siglos atrás.


Dimos con el primer anillo de agua y nos fuimos asomando a los miradores en sus puentes.  Las fachadas de las viviendas adosadas unas a otras, se asomaban al canal por el que circulaban algunos botes. Muchas de estas casas  se remontan al siglo XVI.

Debido a su ubicación estratégica, en el pasado la ciudad fue un gran centro de comercio fluvial, sobre todo de vino, madera y cereales y granos, lo que le proporcionó una gran riqueza. Gran parte de  esta riqueza se debía también al derecho de depósito, por el cual todo barco que navegara las aguas de la ciudad debía descargar su mercancía en Dordrecht y ofrecerla a la venta primero aquí, por lo que la ciudad adquirió el monopolio de los mejores productos.

Recorrimos este canal hasta su extremo donde se abría al río y nos acercamos al segundo anillo fluvial y seguimos descubriendo rincones encantadores hasta llegar a la iglesia, la Grote Kerk. 

La visitamos y decidimos subir a su famosa torre que guarda un apreciado carrillón, desde donde leí que se contemplaban unas hermosas vistas de la ciudad. Y…la subida fue dura, ya no estamos para estas cosas. Ya nos lo advirtieron, más de 100 escalones. Pero llegamos arriba donde encontramos la maquinaria del carrillón y fuera, pudimos disfrutar de unas hermosas vistas de la ciudad cuyos edificios más antiguos se congregaban a los márgenes de los tres canales.

Una vez en el exterior decidimos regresar. Pese a que lucía el sol, se había levantado un viento frio que nos obligó a cerrarnos nuestros delgados anoraks de primavera.


Guiamos por el teléfono alcanzamos la parada del autobús para nuestro regreso. En 15 minutos vino y en otros 20 estábamos ya en la autocaravana comprobando que Tula estaba estupendamente. Y pusimos rumbo a Kinderdij, al área de autocaravanas a donde llegaríamos sobre las 14.00 horas. Y sorprendentemente estaba casi completa, con pocos huecos libres y tiene capacidad para 70.

Es un área estupenda, cuidada y mantenida pero a una hora en transporte público de los molinos. E hicimos cuentas: en ir y volver nos gastaríamos 10 euros e invertiríamos mucho tiempo, dos horas, además de tener que caminar unos 2 km de ida y otros tantos de vuelta desde o hacia el transporte, al margen del paseo por los molinos. Ir en autocaravana suponía pagar 12 euros de aparcamiento pero invertiríamos tan solo 15 minutos, así que decidimos que mañana nos acercaríamos en la autocaravana  para continuar luego hacia el Keukenhoff.

Comimos y como ya he contado, me dediqué toda la tarde a buscar sitios donde pasar las dos noches siguientes. A última  hora cargamos y descargamos agua para tenerlo hecho para mañana y luego paseamos con nuestra amiga peluda que necesitaba estirar sus patas y sin darnos cuenta nos sorprendieron las 21,15 horas. La tensión acumulada  me cerró el estómago y no cené apenas. Terminé mi búsqueda de lugares y de enviar correos sobre las 22,30  y a las 23 decidimos irnos a dormir para salir temprano mañana.

Y estaba tan tensa que pese a estar agotada, el sueño tardó en rendirme.

Lunes 29 de abril

Itinerario: Kinderdijk- Veijfhuizen (Norte de Lisse)

Pernocta: Camper park N205 Floriadepark (52.3441, 4.6830)

Noche tranquila y mañana espectacular que invitaba a saltar de la cama y aprovechar el día. Yo me despierto a las 6,30 y ya no consigo dormirme. Desayunamos, recogemos todo y sobre las 9,15 partimos hacia los molinos de Kinderdijk del que tan solo 15 minutos nos separan.

Recorremos sin problemas los pocos kilómetros que teníamos y nos dirigimos al aparcamiento de autocaravanas, el único de la zona. Ya encontramos dentro tres. Pero el aparcamiento dista más de 1 km de la entrada a los míticos molinos, aunque el paseo resulta muy agradable por una pista que compartíamos, como no, con las bicicletas.

Una vez allí decidimos abonar 18 euros por cabeza que nos daban derecho a entrar en dos molinos y visitar exposiciones además de tomar los barcos que recorren el canal a cuyas márgenes se alinean los molinos. Hay dos,  uno rápido que va hasta el final y vuelve sin hacer paradas, y otro que hace dos paradas en los molinos que tienen museo. Si no se quiere tomar el barco ni visitar ningún molino, el paseo es gratuito.

Tomamos el barco que nos lleva hasta el final sin paradas.  


El día es espectacular, mejor, imposible con un sol que lo ilumina todo y acentúa la belleza de este paisaje de postal. La estampa no podría ser más holandesa: una hilera de molinos a ambos lados de un canal y por donde uno puede pasear, ir en bici o navegar en barco. Es el paisaje holandés por antonomasia, junto con los campos de tulipanes que veremos después.


Y el barco se va abriendo paso en el canal dejando a ambos lados estos impresionantes y elegantes gigantes que se yerguen abriendo y extendiendo sus brazos. En algunos momentos conseguimos tener en nuestro campo de visión varios de ellos. Muchos parecen habitados actualmente.


Este conjunto está compuesto por diecinueve molinos de viento, diecisiete del siglo XVIII y dos  anteriores y están conectados entre ellos por un sinfín de caminos y puentes.  Fueron parte de un sistema de gestión del agua que evitaba inundaciones y que permitía mantener secas las tierras bajas del Alblasserwaard, llevando el agua que sobraba hasta el río De Lek. De los 20 molinos que conformaron Kinderdijk, sólo 19 siguen en pie, la mayoría de ellos todavía en funcionamiento y habitados por familias.


Todos ellos pertenecen a la categoría de poldermolen, ya que su función era la del drenaje del agua, o lo que es lo mismo, bombear el agua de un nivel inferior a un nivel superior gracias a la fuerza del viento. Asimismo, en tiempos de sequía también era posible hacer fluir el agua hacia atrás, resolviendo así los problemas de agua que pudieran tener los campesinos y habitantes de la zona.


Descendemos del barco en el segundo molino, distinto a los demás y nos acercamos a visitarlo.  Los colores verdes intensos, el agua, las flores, las distintas especies de ánades que lo pueblan todo, otros pajarillos con sus trinos, ponen color y sonido  aumentando la belleza del sitio. Y no puedo agradecer más este hermoso día, no puede ser mejor. Es todo un regalazo de la naturaleza.

Visitamos el molino y nos sorprende ver que en su interior cabe una sencilla vivienda: comedor, cocina y dormitorio concentrándose todo en la planta baja. En el exterior cabañas pequeñas para ganado, como ovejas, conejos y otra que es un pequeño taller. Ya habíamos visto desde el otro lado como se cambiaba la orientación de las aspas. Muy similar al español, a pesar de la distancia que nos separa y del objeto de su uso. En España, el “caperuzón” o el tejado cónico que forma la parte superior se mueve con una única viga que parte de esta parte superior y llega al suelo. Aquí salen cinco vigas más ligeras que la española y que se unen en una especie de volante  muy grande que mueve una persona subida a él. 


Tomamos de nuevo el barco y al no parar en el primer molino, decidimos ir caminando.  Y seguimos disfrutando del sol, de la luz, del color, del sonido de los pájaros y de unas vistas que son de postal. Este molino es visitable por completo.


Campo de Criptana
En la parte inferior, al igual que en el otro, se encuentra la vivienda, sencilla, pero completa. Contrastan ambas con la sobriedad e incluso diría pobreza, de los molinos españoles, pero los nuestros tienen 200 años más, son del siglo XV y en 200 años, han ocurrido muchas cosas. Por otro lado, nuestros molinos eran únicamente un lugar de trabajo, para moler el grano y funcionaban por tanto solo después de las cosechas. No eran viviendas. Estos  no estaban destinados a moler grano sino a controlar el nivel del agua por lo que tenían que funcionar siempre. Era una vivienda habitada todo el año y en el exterior, habitáculos para animales domésticos.

Subimos por la estrecha escalera que nos lleva  dos pisos más hasta llegar al superior donde está la maquinaria principal del molino y que en este está funcionando. Igual que en los españoles.


Ahora ya hay mucha gente pese a ser abril y un martes. Regresamos al embarcadero para tomar ahora  el barco rápido. Y en este  recorrido de regreso vamos disfrutando del conjunto de molinos desde varios ángulos. Realmente el lugar es espectacular y de una belleza muy especial.

Son las 13 horas y emprendemos el regreso a la autocaravana. Nuestra amiga está perfecta y el aparcamiento ha resultado gratis. No debe funcionar aún el mecanismo de la barrera.  A las 13,45h  decidimos comer y partir rumbo al área de pernocta pero pasando por los campos de tulipanes para lo cual tenemos que abandonar la autopista y circular por la carretera nacional.

No queremos demorar la llegada. Yo no me quedo tranquila hasta tener seguro donde voy a pasar la noche. 

Esta zona parece estar muy llena de gente por los tulipanes.

Así nos acercamos a Rotterdam donde nos coge algún que otro pequeño atasco y nos salimos de la autopista. La circulación se hace lenta al atravesar poblaciones y un poco después, cuando las dejamos atrás, comenzamos a ver algún que otro campo de tulipanes. Realmente son espectaculares, pero apenas puedo fotografiarlos. Colores amarillos, o rosas en bandas alineadas perfectamente, contrastan con el verde que los circunda. Pero no hay muchos. Espero que mañana disfrutemos más de estos colores.

Pasadas las 17 horas llegamos al área. Su dueño, habla algo de español, lo que se agradece. Hay bastante espacio pero decidimos colocarnos justo al final de un camino, sobre la grava ya que aunque el suelo está duro, Angel dice que cuando lo pisa exhala agua. Mejor,  más seguros por si llueve.

Pregunto por pan y nos envía a la cercana población. Está a unos 700 m. Inicialmente partimos los tres juntos, con Tula, pero va despacio así que decidimos separarnos y acercarme yo más rápido. Encuentro un supermercado aunque el dueño del área me ha dicho que detrás hay una panadería estupenda, pero dudo de que a esta hora esté abierta, así que voy directamente al supermercado de donde me llevo el único pan que me han dejado.

Y ya son las 20,15 aunque luce un sol que inunda toda la autocaravana. Aún le queda una hora más. Vamos a cenar pronto porque mañana tenemos que entrar entre las 8,30 y las 9 a los jardines, así que nos iremos pronto a la cama.

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